Clasicista escultura realizada en escayola, en el siglo XX, en Francia. Se trata de una reproducción de la famosa escultura “Victoria de Samotracia”, a una escala reducida, y desprovista de brazos, cabeza y alas. La figura femenina viste un himatión agitado por el viento, que se adhiere al cuerpo y revela la anatomía subyacente. Esta escultura, por tanto, se caracteriza por el tratamiento dinámico de la ropa, que genera líneas diagonales y sensación de movimiento, reforzando la idea de avance o aterrizaje. La obra original, fechada alrededor del 190 a.C., fue concebida como un monumento conmemorativo naval, pues iba en la proa de un barco. Actualmente se encuentra en el museo del Louvre.  

La reproducción académica de esta pieza en el siglo XX responde a fines formativos y estéticos. Se debe tener en cuenta que desde el siglo XVIII, la escultura clásica —y en particular obras como la Victoria de Samotracia— pasó a ser un modelo central en la enseñanza artística del dibujo, la escultura y la observación anatómica. Su estudio permitía comprender proporciones, equilibrio compositivo y expresión a través del cuerpo humano, sin depender de modelos vivos o variables.  

Johann Joachim Winckelmann (1717–1768) no sólo reivindicó la escultura griega como modelo superior, sino que propició una reinterpretación idealizada del arte antiguo. Para él, el arte griego encarnaba valores de racionalidad, pureza y belleza universal. Aunque Winckelmann se centró en el clasicismo griego (como el de Fidias o Policleto), su influencia preparó el terreno para una revalorización más amplia del arte antiguo, incluyendo obras helenísticas como esta. 

A partir de su obra, el Neoclasicismo convirtió las esculturas antiguas en pilares del aprendizaje y en emblemas de cultura. El arte debía imitar no sólo la forma antigua, sino también su espíritu. La escultura académica —como esta reproducción— no busca innovación, sino consolidación de una tradición formal.